CANTO A MÍ MISMO

Me celebro a mí mismo,

y cuanto asumo tú lo asumirás,

porque cada átomo que me pertenece,

te pertenece también a ti. [...]

Walt Whitman. Hojas de Hierba.



lunes, 24 de septiembre de 2012

“La palabra"



Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben 
y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las 
derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, 
se escuchan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados… Brillan como piedras 
de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo 
algunas palabras… Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema… Las 
agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo 
frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como 
frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, 
me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto… Las dejo como 
estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como 
restos de naufragio, regalos de la ola… Todo está en la palabra… Una idea entera se 
cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una 
reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció… Tienen sombra, 
transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto 
rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces… Son antiquísimas 
y recientísimas… Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada… Qué 
buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos… Estos 
andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, 
buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con 
aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo… Todo se lo tragaban, con 
religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes 
bolsas… Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra… Pero a los bárbaros se les 
caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, 
las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… el idioma. Salimos 
perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron 
todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras.
“La palabra”, Confieso que he vivido, Pablo Neruda
(Buenos Aires, Losada, 1974)

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