CANTO A MÍ MISMO

Me celebro a mí mismo,

y cuanto asumo tú lo asumirás,

porque cada átomo que me pertenece,

te pertenece también a ti. [...]

Walt Whitman. Hojas de Hierba.



sábado, 31 de marzo de 2012

viernes, 30 de marzo de 2012

El feliz cumpleaños de los lectores a García Márquez

Por: Winston Manrique Sabogal06/03/2012

Audios de escritores que felicitan al Nobel colombiano con la lectura de algunos libros de él, por Tommaso Koch

Eduardo Mendoza: 'El amor en los tiempos del cólera'

Dasso Saldívar: 'Cien años de soledad'

Álvaro Pombo: 'La hojarasca'

Enrique Vila-Matas: 'Isabel viendo llover en Macondo'


El perfume de las begonias al amanecer fue ahogado por el aguacero que empezó a caer sobre Aracataca el 7 de marzo de 1927; que luego se mezcló con las nueve campanadas de la iglesia y minutos más tarde con los gritos angustiados de unas mujeres que veían cómo el primogénito de Gabriel Eligio García y Luisa Santiaga Márquez acababa de nacer envuelto en el cordón umbilical que amenazaba su vida. Ellas hicieron lo que pudieron hasta que el llanto del niño eclipsó todos los sonidos y ruidos que lo habían recibido.

Ochenta y cinco años después, ese niño que aquella mañana dominical fue bautizado a las carreras como Gabriel García Márquez celebra hoy un cumpleaños rodeado del agradecimiento de millones de lectores en todo el mundo. Porque con él nacieron muchas cosas: habría de crear no solo un universo literario realmente único, sino que habría de ensanchar el territorio del lenguaje español en su forma de recorrerlo, su influencia literaria cambiar la manera de ver el mundo y contarlo y que ese mismo mundo volviera a mirar a la creación literaria en español.

Autor de títulos de piezas periodísticas, cuentos y novelas seductoras (desde su primer cuento La tercera resignación hasta sus memorias Vivir para contarla, pasando por El coronel no tiene quien le escriba o Cien años de soledad (cuya edición en libro electrónico ha salido hoy) o Crónica de una muerte anunciada o El ahogado más hermoso del mundo o La triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada o El otoño del patriarca o Del amor y otros demonios o El amor en los tiempos del cólera o La mala hora); de comienzos de libros memorables e inolvidables y de pasajes narrativos al servicio de historias fabulosas que condensan el mundo y su humanidad, Gabriel García Márquez recibirá hoy rosas amarillas, sus preferidas, pero yo propongo que sus lectores lo felicitemos eligiendo el comienzo de su libro que más nos guste.

La primera en unirse a este homenaje al premio Nobel colombiano ha sido Carmen Balcells, su gran amiga y agente literaria, desde Barcelona en el vídeo que acompaña este post. Ella ha elegido el cuento Muerte constante más allá del amor, escrito en 1970, y que empieza así:

"Al senador Onésimo Sánchez le faltaban seis meses y once días para morir cuando encontró a la mujer de su vida. La conoció en el Rosal del Virrey, un pueblecito ilusorio que de noche era una dársena furtiva para los buques de altura de los contrabandistas, y en cambio a pleno sol parecía el recodo más inútil del desierto, frente a un mar árido y sin rumbos, y tan apartado de todo que nadie hubiera sospechado que allí viviera alguien capaz de torcer el destino de nadie".

Me parece maravilloso ese comienzo, y el cuento en sí mismo, pero yo me inclino por el titulado Alguien desordena esta rosas, escrito en 1952, y que empieza así:

"Como es domingo y ha dejado de llover, pienso llevar un ramo de rosas a mi tumba. Rosas rojas y blancas, de las que ella cultiva para hacer altares y coronas. La mañana estuvo entristecida por este invierno taciturno y sobrecogedor que me ha puesto a recordar la colina donde la gente del pueblo abandona a sus muertos. Es un sitio pelado, sin árboles, barrido apenas por las migajas providenciales que regresan después que el viento ha pasado".

Como les decía, los invito a felicitar a Gabriel García Márquez en su 85 cumpleaños compartiendo con todos cuál es el comienzo del cuento o novela que más te gusta. Para empezar, el ilustrador colombiano Turcios le rinde homenaje con la siguiente ilustración:


MACONDO SE MUDA AL CIBERESPACIO. // LO QUE NACIÓ CON GARCÍA MÁRQUEZ // ASÍ ESCRIBÍ CIEN AÑOS DE SOLEDAD

La religión, ¿opio? La crisis condiciona el auge de la fe

Crece la ‘increencia’, pero crece también la credulidad. Quizás sigue siendo verdad el dicho de que en las trincheras no hay ateos

Juan G. Bedoya 25 MAR 2012 - 22:44 CET105


Dios hasta en la sopa. Escuchando a los aspirantes del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos parecería que todo es religión a su alrededor. Todos afirman que será el Dios de cada uno quien conduciría sus decisiones presidenciales. Así fue en el reciente pasado, cuando George W. Bush proclamó en 2005 que fue Dios quien le había pedido invadir Irak. Dijo en conferencia de prensa: “De alguna manera, Dios dirige las decisiones políticas en la Casa Blanca”. Cuando se vio que esa guerra iba de mal en peor, un chiste publicado en The New York Times presentaba a un consejero del presidente preguntando: “Señor presidente, cuando Dios le pidió que invadiera Irak, ¿le dio alguna idea sobre cómo salir de allí?”.

Se sabe casi todo sobre la religión de los candidatos republicanos. Uno se proclama católico, al parecer del Opus Dei (Rick Santorum); otro pertenece a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, más conocida como Iglesia mormona, de la que fue incluso obispo (Mitt Romney); y hay cinco que se declaran fieles cristianos evangélicos —en España, los llamamos protestantes—.

Aunque la Constitución de EE UU garantiza que no pueda haber ninguna religión oficial —Thomas Jefferson, uno de los fundadores, lo llamó “el muro de separación” entre la iglesia y el Estado—, esta larga precampaña indica todo lo contrario. La religión aparece por todas partes. La presión es tanta que hasta Barack Obama se ha visto forzado a entrar al trapo, para probar que es cristiano, no un musulmán peligroso. Un humorista ha ironizado que acabará confesando que en tiempos fue incluso monaguillo. “¡Es la religión, estúpido, no la economía!”, clamaba hace unas semanas un profesor de la Universidad de Notre Dame du Lac (Estado de Indiana), propiedad de la católica Congregación de la Santa Cruz.

Que parezca que Dios está ahora hasta en los pucheros, como escribió Teresa de Ávila, no quiere decir que las religiones florezcan de pronto en Estados Unidos, ni en ninguna otra parte. El teólogo Juan Masiá Claver, un jesuita que vive y enseña en Japón, sostiene que la llamada “vuelta de la religión no es una vuelta de la religión sino de cierta clase de religión y cierta clase de uso de la religión por parte de la política”. Añade: “Cuando Obama da marcha atrás en el tema de los anticonceptivos por miedo a los neoconservadores, o cuando los obispos andaluces invitaron a votar en determinada línea, o cuando Zapatero no se atrevía a impugnar los acuerdos anacrónicos del Concordato, se está repitiendo la misma historia antigua del uso de la religión por la política y del uso de los políticos por la religión. Lo que hace falta que vuelva no es la religión sino la fe que hoy, como en tiempo de Jesús, es sofocada y traicionada por los fanatismos de las religiones en contubernio con el poder”.

Hay una pregunta recurrente, en los últimos meses: ¿La crisis económica invita a los nuevos pobres a volverse hacia el más allá? Karl Marx escribió en 1843: “Die Religion ... Sie ist das Opium des Volkes” (“la religión es el opio de los pueblos” ). Probablemente es la frase más manipulada en la historia de las citas. Lo que dijo Marx en Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel fue que “la miseria religiosa es a la vez la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real”. Añadió: “La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, el espíritu de una situación sin alma. Es el opio del pueblo. Se necesita la abolición de la religión entendida como felicidad ilusoria del pueblo para que pueda darse su felicidad real”.

Hasta aquí, Marx. Benedicto XVI ha proclamado en México, el sábado pasado, “la muerte de la doctrina marxista”, pero él mismo escribió en 1975, cuando era un simple teólogo llamado Joseph Ratzinger, que en la historia del desarrollo de las ideas, la palabra felicidad se ha impuesto sobre la palabra salvación. “Con el término salvación se aludía a la salvación del mundo, dentro de la cual se realiza la salvación personal. En cambio, la palabra felicidad reduce ahora el contenido de la salvación a una especie de bienestar individual”, añadía.

Dijo eso en una conferencia en la Facultad Teológica del Trivéneto (Italia), sobre la que el diario vaticano L´Osservatore Romano informó entonces con el título ‘El profesor Ratzinger habla de felicidad’. Se publica ahora en libro y es un texto que está siendo muy jaleado.

La felicidad. Los cristianos de Roma dibujan un mundo de sufrimientos (un “valle de lágrimas”), al que el hombre ha venido para sacrificarse con la idea de ganarse un más allá paradisiaco. El camino está lleno de espinas. En cambio, con crisis o sin ella, el hombre aspira a encontrar la felicidad aquí. Ello explica que, quienes dicen que vuelven las religiones, estén pensando sobre todo en religiones a la carta, que incordien lo menos posible, pero que ayuden a encontrar momentos de bienestar.

En lo que John D. Caputo llama “el mercado religioso” florecen nuevas maneras de creer (incluso, nuevas creencias), con símbolos y rituales propios. Se trata de movimientos neoespiritualistas que se adaptan a los nuevos estilos de vida de la población según la posición del cliente. Como muchas veces se ha quejado la Iglesia católica —sostiene Ratzinger que su confesión es hoy “una viña devastada por jabalíes”—, son estas nuevas religiones las que están comiendo el terreno allí donde Roma era hegemónica. Benedicto XVI habrá tenido ocasión de conocer ese fenómeno en México, donde crecen más de 7.000 asociaciones de fieles a todo tipo de creencias, la mayoría de corte carismático, pentecostal o evangélico.

Se dijo del siglo pasado que sería religioso o no sería. La frase se atribuye al escritor André Malraux, que fue ministro de Cultura en la Francia del general Charles de Gaulle (entre 1958 y 1969). También la pronunció el teólogo Karl Rahner, uno de los grandes peritos del Concilio Vaticano II. Vuelve a oírse lo mismo sobre este siglo XXI: que será místico, o no será.

No parece que la modernidad abone ese tipo de definiciones. ¿Qué se entiende hoy por religión? El hombre busca promesas de inmortalidad, pero lo hace por miles de sendas. Existen religiones occidentales y orientales; religiones antiguas o modernas; monoteístas, politeístas e incluso ligeramente ateas. “Demasiadas religiones como para contarlas, demasiadas como para dominarlas y en demasiadas lenguas como para aprenderlas”, advierte Caputo.

Hoy, las religiones no se inventan, se rehacen. A veces, son más un género literario que un debate metafísico. Mediante la cultura el hombre deja de comulgar con ruedas de molino. Exige explicaciones, una razón. Esperanza Guisán, catedrática de Ética de la Universidad de Santiago de Compostela, sostiene que las religiones, sobre todo las reveladas, “veían al hombre como un eterno adolescente en las manos del Padre”. De manera paternal, supuestamente por el bien de la humanidad, prohíben cosas que sus fieles no comprenden, salvo por la fe del carbonero: no al amor por el sexo, no comer carne en determinados viernes... Exigen, además, creer en cosas difíciles de creer: en la infalibilidad del Papa, en que Jesús caminó sobre las aguas, o en la resurrección de Lázaro (dónde está Lázaro, si resucitó).

Hay también lo que Karen Armstrong llama un “retorno de la religión”, pero traducido con frecuencia en manifestaciones irracionales e intolerantes: dogmatismo e integrismo; fundamentalismo y fanatismo; rigorismo moral y disciplinar; discriminaciones de género; limpiezas étnico-religiosas; práctica del terrorismo en nombre de Dios; procesos inquisitoriales contra los creyentes heterodoxos; rechazo de la interpretación en la lectura de los textos sagrados, etc.

Lo explica Armstrong en un libro que titula En defensa de Dios, donde dibuja el auge de la espiritualidad como un refugio frente al mundo, lejos de la vieja misión de transformarlo. El suspiro de la criatura oprimida, de que hablaba Marx, a diferencia de su grito de ira, “constituye así un mero síntoma patológico de lo que está mal en nosotros. Expresa un deseo frustrado. Es una reacción frente a un mundo sin corazón, donde la religión se muestra como síntoma de descontento”.

Al teólogo José María Castillo, doctor honoris causa por la Universidad de Granada, no le extraña que se diga que el hundimiento de la economía salvará a la religión. “Puede influir, porque sigue siendo verdad el dicho En las trincheras no hay ateos'.

“Al verse amenazada, la gente tiene una tendencia espontánea a acudir a algo superior, la Virgen o los santos. Además, la austeridad impuesta por la crisis obliga a llevar una vida menos condicionada por el consumo, enfocada hacia valores más importantes”, añade.

Las religiones clásicas (sobre todo, el cristianismo romano) crecen en Asia y África. En EE UU, el número de mezquitas se ha incrementado un 74% en los cinco últimos años. Europa, en cambio, es la única área geográfica y cultural (quizás con Canadá) donde el avance de la secularización supone una desacralización religiosa. La consecuencia es una imparable des-europeización del cristianismo pese al centralismo romano.

¿Se seculariza Europa de la mano del desarrollo económico y cultural, y América del Sur se vuelve religiosa arrastrada por la pobreza o las desigualdades sociales? No lo tiene tan claro el teólogo Juan José Tamayo, director de la Cátedra de Ciencias de las Religiones en la Universidad Carlos III de Madrid. Dice: “La funcionalidad de la religión en América Latina en relación con la pobreza es ambivalente. Depende de las tendencias. Para la teología de la liberación la pobreza no es algo natural y querido por Dios, sino un mal a combatir a través de un reparto más justo y equitativo de los bienes. Asó, la religión es fuerza de liberación de los empobrecidos y oprimidos. La religión, ¿opio? Sí, pero de la burguesía, no del pueblo. La teología de la prosperidad, desarrollada preferentemente en los movimientos pentecostales, responsabiliza a los pobres de su situación, predica el evangelio del mercado y considera la riqueza una bendición de Dios y el principal indicador de la fe”.

Convive entre la población el rechazo de la religión con un aumento del interés por la religión. Crece la increencia, pero crece también la credulidad, sostiene el filósofo Heleno Saña. Subraya cómo el declive de las religiones ha coincidido el pasado siglo con el florecer de grandes pensadores religiosos. Y recuerda dos ideas. Una es la advertencia de Teilhard de Chardin, en 1933: “Hemos dejado de ser contagiosos” (se refiere al catolicismo romano). La otra, 30 años más tarde, es una frase de Emmanuel Mounier: “En los vastos espacios de Occidente moderno la visión cristiana del mundo ha dejado incluso de ser combatida. Se la acepta como la religión de una época pasada que tendrá que ser tolerada durante cierto tiempo”.

Lo personal pesa más que lo social para abortar

Los expertos ponen en duda que exista una “violencia estructural” contra la mujer que empuje a interrumpir embarazos, como afirmó el ministro de Justicia

Sí se echan en falta ayuda a la maternidad y una educación sexual más sólida

Charo Nogueira 26 MAR 2012 - 22:12 CET119

El aborto es libre en las primeras 14 semanas. El Gobierno quiere reformarlo / BERNARDO PÉREZ

"Milonga”, “coartada”, “enmascaramiento”: la postura del ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, de enmarcar el aborto en la “violencia de género estructural contra la mujer por el mero hecho del embarazo” provoca el rechazo frontal de los expertos. Ven en esas palabras una cortina de humo, una excusa para la pretensión del Gobierno de limitar el aborto —considerado como un derecho en las primeras 14 semanas desde 2010—. No, la violencia de género no es eso, explican. El aborto es una opción. La maternidad, también. Y ambos son derechos que se ejercen desde la libertad. Mujer y madre han dejado de ser sinónimos forzosos, recuerdan.

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Fuentes: Saludreproductiva.com y Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. / EL PAÍS

“Gallardón ha invertido los términos. Convierte maternidad y aborto en un dilema con un elemento añadido: llama violencia de género a lo que no lo es, y trata a las mujeres como si fueran menores de edad sin capacidad de decisión”, afirma la socióloga Soledad Murillo, madre de las leyes de Violencia e Igualdad cuando era secretaria general de Igualdad, y experta de Naciones Unidas. “La violencia de género, según está definida por la ONU desde 1995, es la que ejercen los hombres contra las mujeres por el hecho de serlo. Puede ser física o psíquica. En cambio, la violencia estructural es la de las estructuras políticas, económicas, culturales o religiosas que impiden ejercer los derechos humanos de las mujeres”, define.

“En España no se conculcan los derechos de maternidad”, defiende Murillo. “El que la mujer pueda elegir si es o no madre es la libertad”, puntualiza Santiago Barambio, al frente de la asociación ECAI, que agrupa a 33 clínicas donde se realiza la interrupción voluntaria del embarazo (IVE). Una libertad que la Ley de Salud Sexual y Reproductiva, de 2010, ha potenciado al convertir el aborto en un derecho en las primeras 14 semanas —ya no hay que alegar motivos—. En caso de malformación o riesgo para la salud de la embarazada, se puede abortar hasta las 22.

“Gallardón ha invertido los términos”, afirma Soledad Murillo

María acaba de dar el paso: ha interrumpido su embarazo de cuatro semanas hace pocas horas. “Para ser madre tienes que tener cabeza, y yo todavía soy una niña”, dice. Ha acudido a la clínica acompañada por su novio: están de acuerdo en no ser padres, pero el anticonceptivo falló. “Tengo trabajo, aunque eventual, pero no me siento con capacidad para convertirme en madre”, explica esta joven de 23 años que pide silenciar su apellido. El suyo es un caso frecuente: las razones personales le llevan a decir no.

“Las mujeres abortan porque se encuentran ante un embarazo no planificado que interrumpe su proyecto vital”, explica Olga Sancho, de la madrileña clínica Dator. “Salvo casos de malformación, se encuentran con un embarazo que ni desean ni han buscado”, añade Yolanda Trejo, responsable del trabajo social en la clínica barcelonesa Tutor Médica.

“No me siento capaz de ser madre”, dice una joven que pone fin a la gestación

¿Cómo llegan a la conclusión de que no quieren ser madres? Es una decisión personal, que a menudo secundan los que no van a ser padres: los hombres abundan en las salas de espera de las clínicas. Las mujeres adoptan esa postura tras sopesar elementos distintos. “Existen mil factores: falta de estabilidad o consolidación de la pareja, de madurez, de medios para establecerse como familia, de decisión para ser madre”, enumera Sancho. “Las razones son múltiples. Los motivos de una mujer no tienen por qué valer para otra”, dice Trejo, que añade elementos como la edad, la falta de estabilidad en el empleo, el futuro no resuelto, o la existencia de otros hijos... La proporción de mujeres que abortan tras haber sido madres ha subido paulatinamente, hasta el 53,8% en 2010, último año con datos cerrados del Ministerio de Sanidad.

“Puede que ahora, con la crisis, pesen algo más los motivos económicos, pero no tengo forma de saberlo. No se pregunta”, puntualiza Trejo —desde la ley de 2010 no se preguntan las razones por las que se decide abortar—. La proporción de mujeres que interrumpen voluntariamente su embarazo y están en desempleo ha subido —15% en 2007, 22% en 2010—, pero también se ha incrementado el paro femenino en ese lapso. “En cualquier caso, la causa económica no es la principal”, asegura Sancho. Victoria Virtudes, de la madrileña clínica El Bosque, está de acuerdo: “Hay mujeres que, contra viento y marea, deciden seguir adelante con su embarazo”. Aunque aún no hay datos oficiales cerrados de 2011, en varios centros están convencidos de que el año pasado, en plena tormenta económica, se realizaron menos abortos que en 2010 —113.031—.

La voz discordante sobre la relación entre crisis y aborto es la de Empar Pineda, de la clínica Isadora (Madrid). Considera determinante para abortar “la situación socioeconómica de la mujer y de su pareja”. Calcula que tres de cada cuatro interrupciones en su centro se deben a este motivo, “en alza por la crisis”. El segundo en importancia es “el embarazo no programado, que pone en solfa el proyecto de vida”, y el tercero —menos del 10% de los casos— son fallos en el método anticonceptivo.

Es una decisión en la que influyen muchos factores, dicen los expertos

“Está claro que las mujeres abortan ante una maternidad no deseada, pero no hay datos recientes para saber qué las lleva a no desearla”, asegura desde el terreno de los estudios la demógrafa Margarita Delgado, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). A tenor de los últimos, con datos de 1991 y 2001, esta experta en la evolución de las interrupciones del embarazo observó el papel relevante de la edad “en un cúmulo de circunstancias que operan de forma distinta”. Los años tenían más peso en las más jóvenes —“no quieren que el embarazo interrumpa su trayectoria vital”— y las más mayores —“ya tienen hijos o sienten que tienen demasiados años para ser madres”—.

¿Juega la falta de ayudas públicas a la maternidad a la hora de frenarla? Para el ministro Ruiz-Gallardón, sí —“la inexistencia de ayudas lleva a muchas mujeres a perder la libertad de elección”, dijo a EL PAÍS—.

“¿Ayudas?, ¿dónde están? La realidad es que no existen. Nadie me pregunta por ellas”, afirma Trejo. “Prácticamente no las hay, ni las ha habido más allá de alguna, ya cancelada, como los 2.500 euros por nacimiento. Y dudo mucho de que en una situación de crisis vaya a haberlas”, añade Pineda. En el sobre de información que se entrega a las mujeres que quieren abortar en Madrid se resumen en poco más que la renta de inserción (para la mujer sin ingresos) y deducciones fiscales (para la que sí los tenga).

“Si lo que quiere decir el ministro es que la maternidad está poco valorada, estoy de acuerdo. Pero entonces, ¿dónde están las políticas de ayuda a las mujeres que quieren tener hijos? Debe haber más guarderías, por ejemplo, y facilitar la vida a las madres”, plantea Marina Subirats, catedrática de Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Conoce “algún caso” de trabajadora represaliada por el embarazo —el ámbito laboral es uno de los que Ruiz-Gallardón vincula a la “violencia estructural”—, pero cree que esas situaciones se deberían erradicar “con inspecciones de trabajo”, una opción que respaldan otras interlocutoras. “Las empleadas solo comunican su embarazo a la empresa cuando han decidido seguir adelante”, puntualiza Olga Sancho, una de los que dudan de esa “violencia”. “El problema de fondo no es que las mujeres aborten, sino que la maternidad no se asume socialmente”, añade Subirats.

En varias clínicas observan una bajada de las interrupciones

“Claro que no hay ayudas sociales para fomentar la natalidad, y la reforma laboral no ayuda a las mujeres embarazadas. Se pueden ver despedidas por tener un 20% de absentismo en dos meses, algo que suele ocurrir en el comienzo del embarazo”, critica Murillo. “Si el Gobierno está tan preocupado por la natalidad, ¿por qué no han incluido alguna medida nueva para defender el empleo de las madres? Las que había las han eliminado”. “Nunca han existido políticas de apoyo a la maternidad a través de los servicios sociales”, añade. “No se puede defender el derecho a ser madre sobre la base de restringir lo que ha costado tanto lograr”, reflexiona Pineda.

“En el franquismo”, recuerda, “las mujeres estaban educadas en una ideología según la cual el destino de las mujeres era el matrimonio y dar hijos al varón. En caso contrario, su vida no tenía sentido”. “Aunque durante milenios la maternidad haya sido una obligación, no puede seguir siéndolo”, plantea Subirats. “Antes, la vida de la mujer estaba muy dedicada a la reproducción, y la del varón, al sostenimiento de la familia, pero estamos en otra etapa, en la de la maternidad opcional, y eso es fantástico, porque revela una adaptación a las condiciones de vida, al descenso de la mortalidad infantil, por ejemplo. La que no se ha adaptado al cambio es la sociedad, que organiza todo como si la mujer siguiera en casa”, añade esta socióloga.

La legalización de los anticonceptivos —en 1978— y de la interrupción del embarazo —1985— han sido pasos decisivos para que la maternidad se haya convertido en una decisión voluntaria. Aunque se quede corta.

“La maternidad no se asume en la sociedad”, afirma la socióloga Subirats

“Hay un déficit de fecundidad no satisfecha en las españolas. En las encuestas dicen que querrían tener al menos dos hijos y tienen poco más de uno, pero eso no se puede relacionar automáticamente con el aborto, sino que apunta a dificultades de índole económica y organizativa, lo que lleva a los problemas para conciliar y la escasez de políticas públicas generosas respecto a los hijos y la familia”, explica Delgado. “Somos uno de los países que Europa Occidental que dedica menos porcentaje del PIB al epígrafe de ‘familia e hijos”, añade.

A esta experta le preocupa “la carencia tremenda”, detectada en sus estudios, de “formación e información sexual”. “Eso sí que es violencia estructural: la falta de políticas de salud sexual y reproductiva desde la escuela, tal como preveía la Ley de Salud Sexual y Reproductiva”, replica Murillo. Y es que esa parte de la norma apenas ha despegado. El debate, que no ha hecho más que empezar, se centra solo en si el aborto deja de nuevo de ser un derecho para convertirse en una posibilidad que se concede a la mujer en ciertos supuestos.

Más ideología que medicina

MARÍA R. SAHUQUILLO

El aborto divide a la profesión médica. El tema, rodeado siempre de un profundo debate político, ha sido espinoso en España desde la despenalización de la práctica, en 1985. Tampoco la ley de plazos ha logrado poner de acuerdo a los facultativos. Algunos se muestran a favor de que la mujer pueda interrumpir su embarazo de manera libre durante las primeras 14 semanas, tal y como prevé la ley de 2010. Otros creen que el aborto no es un derecho y consideran que España debería volver a una ley de supuestos, como la que existía hasta julio de 2010, pero mucho más estricta.

Esta es la opinión del Colegio de Médicos de Madrid —35.000 colegiados—, que hace unos meses aprobó un controvertido informe elaborado por su Comisión Deontológica en contra de la ley de plazos que ha causado, dicen, “un grave daño”. El texto, en el que se asegura que hay que proteger la vida, y que esta comienza con la fecundación, ha vuelto a colear tras el anuncio del ministro de Justicia de que reformará la ley para hacerla más restrictiva. “No puede hablarse de un derecho al aborto, ello supondría el reconocimiento del derecho a eliminar a un ser humano distinto de la madre y titular del derecho a la vida humana”, dicen.

Para los médicos madrileños, la norma aprobada por el Gobierno de Zapatero tiene “un alto contenido ideológico”. Piden que se regule la objeción de conciencia, y que se contemple el derecho de un hospital completo —recuérdese que solo el 3% de estas intervenciones se hace en la pública—, un servicio ginecológico entero y de los médicos de atención primaria a objetar. Un punto polémico, ya que la ley dicta que solo pueden negarse a la prestación por motivos de conciencia aquellos profesionales “directamente implicados” en la intervención. Para el colegio madrileño, informar —que es el papel del médico de primaria— es tomar parte activa, algo que para la Organización Médica Colegial (que reúne a todos los colegios de España) es un deber del médico.

El documento ha indignado a las organizaciones de mujeres. Como a la asociación Otras Voces Feministas, que asegura que el informe es un “sinsentido” elaborado desde la ideología y no desde el conocimiento de la realidad. También la Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción del Embarazo (Acai) se ha manifestado en contra de un documento que, aseguran, quiere influir en la reforma que el Gobierno quiere emprender.