CANTO A MÍ MISMO

Me celebro a mí mismo,

y cuanto asumo tú lo asumirás,

porque cada átomo que me pertenece,

te pertenece también a ti. [...]

Walt Whitman. Hojas de Hierba.



miércoles, 29 de junio de 2011

In memoriam

"La escritura ha sido para mí el medio fundamental, el más absoluto y poderoso que me permitió expresar el caos en que me debatía. Me permitió liberar no sólo mis ideas, sino, sobre todo, mis obsesiones más recónditas. Lo hizo cuando la tristeza y el pesimismo habían roído de tal modo mi espíritu que, como un estigma, quedaron para siempre enhebrados a la trama de mi existencia. Porque fue precisamente el desencuentro, la ambigüedad, esta melancolía frente a lo efímero, el origen de mi desesperada y absoluta entrega a la literatura".
Creación y tragedia: La esperanza ante la crisis, Ernesto Sabato

miércoles, 22 de junio de 2011

Aprovecho este espacio para mostraros dos cuentos de este gran escritor cordobés, pero afincado en Molina de Segura (Murcia), que se llama Manuel Moyano. Os recomiendo su último libro Teatro de ceniza, editorial Menoscuarto: es una obra de arte formada por pequeñas joyas o microrrelatos de altísima calidad. Aquí tenéis una muestra:

Ocaso de un imperio

Swuift inventó el país de Liliput, poblado por hombres diminutos, y Tomás Moro la isla de Utopía, cuya capital es Amauroto. Yo también me dedico a inventar lugares imaginarios. Sin ir más lejos, ayer dibujé un círculo con guijarros en el patio y lo nombré Imperio de Chu. Chu es un país árido, sembrado de agujas de pino y habitado sólo por hormigas. Más allá de sus fronteras se extienden parterres con begonias y crisantemos, y también un sendero de grava que conduce hasta la verja de salida, esa verja que siempre permanece cerrada (al menos para mí). Todos los imperios están condenados a desaparecer: esta mañana, el jardinero arrasó Chu al pasarle un rastrillo por encima. Como me encaré con él, las enfermeras decidieron inyectarme una nueva dosis de tranquilizante.


Desmitificación

El Kraken, monstruo mitológico que amedrentó a los navegantes durante siglos, dejó de ser un enigma desde el mismo momento en que fue capturado uno: resultó ser tan sólo un calamar que, aunque dueño de una considerable envergadura, en ningún caso hubiera sido capaz de engullir un barco. Algo similar ocurrió cuando, enganchada en las redes de un arrastrero, apareció por primera vez una sirena. La carne fofa, los pechos caídos, su fealdad era tal que ningún marinero podría haberse enamorado nunca de ella. Además, por mucho que se obstinase en demostrar lo contrario, tenía una forma horrible de cantar.

lunes, 20 de junio de 2011

MAPAS SIN MUNDO

"El adiós se limita a doler.
Con la crueldad de lo que no tiene vocabulario".

Pedro Alberto Cruz

Una historia terrible


Una leve pincelada

sobre una rosa posada.

Agita sus alas, airosa,

la voluble mariposa

mientras la brisa temprana

acaricia sus membranas.

“Mancha de color sobre fondo rosa”,

reza el título del cuadro,

pero…¿quién vendrá, y por dónde?

¿El gato, tal vez, que se relame goloso

saboreando el bocado

de lo, otras veces, probado?

Pero no será esta vez

porque el cielo se ha nublado

y, por momentos, eclipsado

al sol lo ha,

Y el gato se ha distraído

Y la mariposa ha volado

hacia un tulipán encarnado

y allí sueña,

de bellas flores cubierto,

un campo enorme

donde danzan sus congéneres

al son del aroma estival,

y es el cielo prometido

donde no existen el peligro,

ni la muerte, ni el dolor.

Y mientras esto acontece,

el gato, frustrado,

la calle ha cruz

Josefa

domingo, 19 de junio de 2011

EL CAMINANTE DESAPRENSIVO, DESPISTADO Y ABANDONADO POR LOS DEMÁS EN BUSCA DE UN SENTIDO EN LA MONTAÑA MAGNÍFICA

Se subió a la montaña más alta y en sus alforjas sólo llevaba una materia informe llamada alma.

Él no lo sabía, pero el saco estaba roto y el alma goteaba.

Al principio fue un suspiro húmedo, un leve suspiro que apenas se notó.

El caminante trepó por una pendiente escarpada: una gota rebelde huyó de su prisión y allí donde cayó, una planta creció. ¿De qué color era la planta? Era roja, como la amapola.

Siguió caminando y no encontró rastro de vida por doquier: ni a la izquierda, ni a la derecha, ni al frente y, por supuesto, detrás de él, pues todo lo abandonado no era la vida, sino la muerte, la destrucción y el dolor.

Las gotas huían impacientes liberándose desesperadamente de esa oscuridad oscilante.

El hombre olía el aire puro de la montaña: olía a soledad; a soledad desesperada y desesperante. Percibía los matices de la duda, del tormento, del desamor, de la tristeza y de la nostalgia: era un bouquet exquisito para un sumiller audaz. ¡Qué hombre este cómo corría montaña arriba sin darse cuenta de que se sentía más liviano a cada paso que daba!

Una pequeña cascada de agua regaba la tierra yerma y un surco oscuro descendía monte abajo hasta donde se perdía la vista.

¡Qué hombre este que no percibía la ingravidez de sus alforjas! ¿A quién andaba llorando, o era, añorando?

Se vislumbra la cima, al fin; nos secamos el sudor y pensamos: “Ha merecido la pena el esfuerzo; he conseguido llegar a la cima pese a todo y aún tengo esperanza de vida; aún puedo recuperar mi cordura y mi esperanza. Me siento brevemente feliz porque aquí soy un dios y todo repta a mis pies, por una vez”.

Pero el hombre echa mano a su alforja para reponer fuerzas y no es su alforja lo que encuentra, sino un guiñapo mojado y pesado, pero vacío. El hombre se sienta apoyando la cabeza entre sus manos, desolado. Ha comprendido que ya no es un hombre, sino una sombra; una sombra que baila sobre la cima de una montaña: su alma quedó atrás, no quiso acompañarlo en su huida; el alma se negó a condenarse en su huida y huyó de él.

El hombre llora. Está solo y llora en su infinito dolor.

miércoles, 15 de junio de 2011

domingo, 5 de junio de 2011

RIMAR EN ASONANTE

Soy un verso libre, irregular y plebeyo.

Ni mi madre fue una Lira, ni mi padre, un Soneto.

No crecí a la vera de un jardín florido y aromático;

ni en un salón de tapices adornado.

Fueron mi casa los caminos de la vida;

mi gente, árboles, fuentes y animales.

Las sinalefas marcan mi rima y

me acompañan en mi danza, como pasos elásticos.

Siempre me gustó ir rápida por la vida, y tropezar,

y caer al abismo de lo inesperado. Por eso,

ni el verso primero, ni el tercero, ni el octavo…

quisieron rimar conmigo. Ni quieren.

Suelto las palabras en cascada, como ríos trepidantes

que, pendiente abajo,

deslizan los fonemas, las sílabas,…

y me convierto en verso al fin,

palabra con sentido, pero sin rima.

En su estilizada torre me mira, altanera, la Retórica,

pero me cruzo de brazos: ¿y por qué no?

Soy plebeya, inculta, ignorante y demente.

Paso de puntillas por la Gramática y me asomo

a un balcón donde huelen las flores

que nunca adornan los salones exóticos y suntuosos.

Soy liviana, vulnerable e ingenua,

pero aún conservo la pasión y el deseo…

de correr pendiente abajo, en busca

de mi rima personal, de mi sonido.

¿Dónde se halla la melodía que busco?

Quiero romper mi alma en trozos diminutos

y que cada uno de ellos se convierta en sonido,

y rimar, en asonante;

rimar en asonante, siempre.

Josefa