CANTO A MÍ MISMO

Me celebro a mí mismo,

y cuanto asumo tú lo asumirás,

porque cada átomo que me pertenece,

te pertenece también a ti. [...]

Walt Whitman. Hojas de Hierba.



miércoles, 19 de diciembre de 2012


Paseo por Gijón con el Sr. X
Su rastro se puede seguir a través de grafitis cargados de humor e ironía
http://ep01.epimg.net/elviajero/imagenes/2012/12/11/actualidad/1355249012_600931_1355249143_noticia_normal.jpg
Pablo Picasso con un espray de pintura, imaginado por Sr. X en Gijón.
Al Sr. X no le salen con facilidad las palabras. Por no decir, no dice ni su nombre y su origen lo sitúa en la Interzona, ese no lugar imaginado por su admirado William Burroughs. El Sr. X tiene su propio lenguaje, pero en lugar de palabras utiliza espray ypinceles. Sus ideas transitan de madrugada por aceras y paredes en forma de grafitis que animan las calles de Gijón con arte e ironía, pero también se puede seguir su rastro en París, Madrid, Barcelona y Colonia.
Para sus trabajos emplea el stencil, plantillas que se adhieren a la pared y se pulveriza aerosol encima. “Es la forma más antigua de pintar. Es la pintura de las cavernas, donde el contorno de las manos era la plantilla”, explica. Sus intervenciones rondan la treintena, aunque vienen con fecha de caducidad. Desaparecen con frecuencia bajo la bayeta de la autoridad. “Es efímero, lo borran, bien, así el street art se va renovando”, admite. Nocturnidad y anonimato acompañan a este artista urbano mientras trabaja, pero su fugaz galería merece un paseo a la luz del día por la ciudad asturiana.
En el paseo nos encontraremos, en la Playa de Poniente, con una chica que desde el borde de una alcantarilla parece sugerir que en cualquier sitio uno puede sentirse como en casa. Una puerta al submundo por la que, si permanecemos atentos, veremos deslizarse a un cocodrilo en las cercanías del Club de Vela.
El recorrido prosigue por el Puerto Deportivo hasta la Punta de Lecquerica, donde la mirada de la chica de Bowman sobrevuela la bahía. Es este uno de los rincones favoritos del Sr. X, que manifiesta su atracción “por los sitios degradados, por la textura de lo viejo”. Y allí donde el mar castiga al malecón intercambiaban opiniones Alf y Bukovsky. “Pues yo prefiero a Ken Follet”, proclamaba el extraterrestre. Un fascinantecollage urbano que avanza entre farolas camufladas como habanos, ilustraciones de El Principito en señales de tráfico y mensajes contra la sociedad de consumo.
Carácter reivindicativo, pero con humor: “Son pequeños gags visuales, para que la gente los vea y se alegre un poco”, propone su autor. El Arte Pop, la Generación Beat o Camilo José Cela son algunos de los referentes privados de este señor del arte urbano, el mismo que imaginó a Picasso con un espray en la mano.

domingo, 16 de diciembre de 2012

'Odio y amo', la poesía amorosa de Catulo



catulo
Odio y amo
Quizá te preguntes
cómo puedo hacer eso.
No lo sé.
Pero es lo que siento,
y me torturo.
Catulo nació en Verona, en el año 87 a.C. y vivió en la Roma del fin de la República. Era aquella la Roma de las conjuras, de las damas sibilinas y bellas, de las fortunas inmensas amasadas a costa de los provinciales, de los asesinatos políticos, de las batallas verbales en el foro. Catulo fue contemporáneo de César a quien dedica unos cuantos versos, de Cicerón y de Publio Clodio, el tribuno de la plebe que abandonó el patriciado y se convirtió en el más representativo exponente de la juventud dorada revolucionaria. Con ellos se relacionaba y seguramente no andaba escaso de opiniones políticas, pues en algunos de sus poemas se dejan ver.
Pero sobre todo Catulo será siempre un poeta vivo por todos aquellos versos amorosos y lascivos. Por los versos que hablan de la pérdida y la melancolía. Lo será también por los más insultantes y burlones, los que acusaban a su amada de entregarse a cualquiera en cualquier esquina. Su pasión por Lesbia, su amante, todavía hace emocionarse al lector. Escuece y quema. Los poetas antiguos no son lejanos recitadores que nada pueden decirnos. No. Catulo habla con llaneza de las pasiones que seguimos sintiendo. Y habla del despecho y de la agonía que es obligarnos a enterrar un amor perdido.
Desgraciado Catulo, deja de hacer locuras,
y lo que está perdido, dalo por perdido.

Lesbia. Bajo ese nombre se esconde una de las damas aristocráticas más conocida en Roma, hermana de Publio Clodio y esposa Metelo Celer. Calificada de libertina y manipuladora, la más amada y la más odiada de las mujeres para nuestro joven poeta. Cuando habla de ella, de su pasión y su desdén, Catulo revive ante nosotros, con una potencia inmortal y contemporánea.
Lesbia continuamente me maldice,
pero no deja de hablar de mí jamás,
que me muera si Lesbia no me quiere.
¿Cómo lo sé?
Porque yo hago exactamente lo mismo
y que me muera si no la quiero.
A Catulo hay que traducirlo de forma cercana, sin temer usar las palabras malsonantes y repetir las obscenidades o los insultos más crueles. Hay que leerlo como son sus poemas en latín: rebosantes de vida y sin miedo a ofender a los bienpensantes y a los mojigatos. Él seguro lo hubiese querido así.

Vivamos, Lesbia mía, y amemos:
los rumores severos de los viejos
que no valgan ni un duro todos juntos.
Se pone y sale el sol, mas a nosotros,
apenas se nos pone la luz breve,
sola noche sin fin dormir nos toca.
Pero dame mil besos, luego ciento,
después mil otra vez, de nuevo ciento,
luego otros mil aún, y luego ciento…
Después, cuando sumemos muchos miles,
confundamos la cuenta hasta perderla,
que hechizarnos no pueda el envidioso
al saber el total de nuestros besos.