CANTO A MÍ MISMO

Me celebro a mí mismo,

y cuanto asumo tú lo asumirás,

porque cada átomo que me pertenece,

te pertenece también a ti. [...]

Walt Whitman. Hojas de Hierba.



domingo, 16 de diciembre de 2012

'Odio y amo', la poesía amorosa de Catulo



catulo
Odio y amo
Quizá te preguntes
cómo puedo hacer eso.
No lo sé.
Pero es lo que siento,
y me torturo.
Catulo nació en Verona, en el año 87 a.C. y vivió en la Roma del fin de la República. Era aquella la Roma de las conjuras, de las damas sibilinas y bellas, de las fortunas inmensas amasadas a costa de los provinciales, de los asesinatos políticos, de las batallas verbales en el foro. Catulo fue contemporáneo de César a quien dedica unos cuantos versos, de Cicerón y de Publio Clodio, el tribuno de la plebe que abandonó el patriciado y se convirtió en el más representativo exponente de la juventud dorada revolucionaria. Con ellos se relacionaba y seguramente no andaba escaso de opiniones políticas, pues en algunos de sus poemas se dejan ver.
Pero sobre todo Catulo será siempre un poeta vivo por todos aquellos versos amorosos y lascivos. Por los versos que hablan de la pérdida y la melancolía. Lo será también por los más insultantes y burlones, los que acusaban a su amada de entregarse a cualquiera en cualquier esquina. Su pasión por Lesbia, su amante, todavía hace emocionarse al lector. Escuece y quema. Los poetas antiguos no son lejanos recitadores que nada pueden decirnos. No. Catulo habla con llaneza de las pasiones que seguimos sintiendo. Y habla del despecho y de la agonía que es obligarnos a enterrar un amor perdido.
Desgraciado Catulo, deja de hacer locuras,
y lo que está perdido, dalo por perdido.

Lesbia. Bajo ese nombre se esconde una de las damas aristocráticas más conocida en Roma, hermana de Publio Clodio y esposa Metelo Celer. Calificada de libertina y manipuladora, la más amada y la más odiada de las mujeres para nuestro joven poeta. Cuando habla de ella, de su pasión y su desdén, Catulo revive ante nosotros, con una potencia inmortal y contemporánea.
Lesbia continuamente me maldice,
pero no deja de hablar de mí jamás,
que me muera si Lesbia no me quiere.
¿Cómo lo sé?
Porque yo hago exactamente lo mismo
y que me muera si no la quiero.
A Catulo hay que traducirlo de forma cercana, sin temer usar las palabras malsonantes y repetir las obscenidades o los insultos más crueles. Hay que leerlo como son sus poemas en latín: rebosantes de vida y sin miedo a ofender a los bienpensantes y a los mojigatos. Él seguro lo hubiese querido así.

Vivamos, Lesbia mía, y amemos:
los rumores severos de los viejos
que no valgan ni un duro todos juntos.
Se pone y sale el sol, mas a nosotros,
apenas se nos pone la luz breve,
sola noche sin fin dormir nos toca.
Pero dame mil besos, luego ciento,
después mil otra vez, de nuevo ciento,
luego otros mil aún, y luego ciento…
Después, cuando sumemos muchos miles,
confundamos la cuenta hasta perderla,
que hechizarnos no pueda el envidioso
al saber el total de nuestros besos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario