CANTO A MÍ MISMO

Me celebro a mí mismo,

y cuanto asumo tú lo asumirás,

porque cada átomo que me pertenece,

te pertenece también a ti. [...]

Walt Whitman. Hojas de Hierba.



miércoles, 22 de junio de 2011

Aprovecho este espacio para mostraros dos cuentos de este gran escritor cordobés, pero afincado en Molina de Segura (Murcia), que se llama Manuel Moyano. Os recomiendo su último libro Teatro de ceniza, editorial Menoscuarto: es una obra de arte formada por pequeñas joyas o microrrelatos de altísima calidad. Aquí tenéis una muestra:

Ocaso de un imperio

Swuift inventó el país de Liliput, poblado por hombres diminutos, y Tomás Moro la isla de Utopía, cuya capital es Amauroto. Yo también me dedico a inventar lugares imaginarios. Sin ir más lejos, ayer dibujé un círculo con guijarros en el patio y lo nombré Imperio de Chu. Chu es un país árido, sembrado de agujas de pino y habitado sólo por hormigas. Más allá de sus fronteras se extienden parterres con begonias y crisantemos, y también un sendero de grava que conduce hasta la verja de salida, esa verja que siempre permanece cerrada (al menos para mí). Todos los imperios están condenados a desaparecer: esta mañana, el jardinero arrasó Chu al pasarle un rastrillo por encima. Como me encaré con él, las enfermeras decidieron inyectarme una nueva dosis de tranquilizante.


Desmitificación

El Kraken, monstruo mitológico que amedrentó a los navegantes durante siglos, dejó de ser un enigma desde el mismo momento en que fue capturado uno: resultó ser tan sólo un calamar que, aunque dueño de una considerable envergadura, en ningún caso hubiera sido capaz de engullir un barco. Algo similar ocurrió cuando, enganchada en las redes de un arrastrero, apareció por primera vez una sirena. La carne fofa, los pechos caídos, su fealdad era tal que ningún marinero podría haberse enamorado nunca de ella. Además, por mucho que se obstinase en demostrar lo contrario, tenía una forma horrible de cantar.

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