Los
talibanes tirotean a una chica de 14 años por defender el derecho a estudiar
Malala Yousafzai, que
vive en el valle del Swat, en Pakistán, ha recibido un balazo en la cabeza y se
encuentra grave
Ni noticias del
Gobierno, ni de las próximas elecciones. Todas las cadenas de televisión de
Pakistán han abierto hoy sus informativos con el ataque de los talibanes contra
Malala Yousafzai, una estudiante de 14 años. ¿Qué había hecho esta cría para
merecer su ira? Estudiar y defender el derecho de las niñas paquistaníes a
recibir una educación, también en su comarca, el valle del Swat, al noroeste
del país. El pistolero la ha alcanzado en la cabeza y fuentes médicas debatían
anoche -hora local- la conveniencia de trasladarla a Dubái para intervenirla.
Malala iba a abordar el
autobús de regreso a casa a la salida de su escuela en Mingora, la capital de
la comarca del Swat, cuando un barbudo ha preguntado por ella y tras
identificarla, ha disparado, según el relato policial difundido por las
agencias de noticias. Otras dos niñas también han resultado heridas. Nada más
conocerse la noticia, el primer ministro, Raja Pervez Ashraf, ha enviado un
helicóptero para llevarla al hospital militar de Peshawar, la capital
provincial. Las escuelas de su zona han anunciado que cerrarán mañana en señal
de protesta.
Y es que Malala es una
heroína local. Todo se remonta a 2009, cuando la BBC en urdu empezó a
publicar el diario que escribía. El blogreflejaba, con los ojos de una
niña de 11 años, el horror que había supuesto para su comarca el progresivo
control de los talibanes desde 2007.
“Cuando hacemos fila en
el patio por la mañana nos han dicho que no llevemos ropa de colores porque
podría molestar a los talibanes”, escribió Malala bajo el pseudónimo de Gul
Makai. En otra ocasión contó que iban al colegio con ropa de calle para que el
uniforme no delatara que eran estudiantes. “Escondíamos los libros bajo el
chal”, explicaba.
El valle del Swat, hasta
entonces uno de los destinos turísticos favoritos de los paquistaníes por sus
espectaculares paisajes, se transformó por completo bajo la férula de los
radicales islamistas. Dirigidos por un antiguo operador del único telesquí del
país, el tristemente famoso maulana Fazlullah, prohibieron la
música, organizaron tribunales, impusieron su ley y ejecutaron a
quien no la respetaba. También terminaron por cerrar las escuelas femeninas.
“Como hoy ha sido
nuestro último día de clase, hemos decidido jugar un poco más en el patio. En
mi opinión, la escuela volverá a abrir un día, pero cuando me iba he mirado al
edificio como si no fuera a regresar nunca”, anotó Malala ese día.
Su identidad solo se
conoció después de que el Ejército recuperara de nuevo el control del valle a
mediados de 2009. Entonces, el Gobierno la condecoró por su valor y también
recibió varios premios infantiles internacionales. Hija de un maestro, sus
padres apoyaron su campaña y se mostraron orgullosos de ella. Con el
reconocimiento, llegaron también las amenazas de los fanáticos.
Durante los tres últimos
años, la comarca ha estado relativamente tranquila, a pesar de algunos
atentados aislados. De hecho, miles de familias que huyeron de los talibanes
han ido regresando poco a poco. Pero los extremistas no han perdonado el
desafío de Malala.
“Era joven, pero estaba
promoviendo la cultura occidental”, ha justificado el portavoz talibán,
Ehsanullah Ehsan, en una llamada a Reuters para atribuirse la autoría del
atentado. Su uso del pasado indicaba que la daban por muerta.
Malala, que primero quería ser médico y
luego estudiar leyes para dedicarse a la política, estaba muy grave. Según un
comunicado del hospital militar de Peshawar, la bala le entró por la oreja y
llegó hasta el cuello. Tras examinarla, los médicos aconsejaron que sea tratada
fuera del país y el Gobierno estaba haciendo gestiones para su traslado, muy
posiblemente a Dubái.
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