CANTO A MÍ MISMO

Me celebro a mí mismo,

y cuanto asumo tú lo asumirás,

porque cada átomo que me pertenece,

te pertenece también a ti. [...]

Walt Whitman. Hojas de Hierba.



sábado, 18 de diciembre de 2010

BALADA TRISTE DE TROMPETA

BALADA TRISTE DE TROMPETA . 2010.
Director: Álex de la Iglesia.
Intérpretes: Carlos Areces, Antonio de la Torre, Carolina Bang, Sancho Gracia, Manuel Tafallé, Manuel Tejada, Santiago Segura, Fernando Guillén Cuervo, Fran Perea.
Argumento:
1937; los monos de un circo aúllan salvajes dentro de su jaula mientras, en el exterior, los hombres se matan en otro circo: la guerra civil española, que sigue su curso. El payaso tonto del circo, reclutado a la fuerza por los milicianos, termina perpetrando, sin abandonar su disfraz, una carnicería a machetazos entre las filas del bando nacional. Así da comienzo esta peripecia en que Javier y Sergio, dos terroríficos y desfigurados payasos, se enfrentan a muerte por el ambiguo amor de una bailarina durante la era del franquismo. (Del periódico La verdad. Sábado 18-12-2010)
Anoche salí del cine totalmente impresionada, impresionada por dos motivos: primero, la película me gustó un montón y disfruté con ella hasta el último crédito; segundo, jamás hubiera imaginado , aunque sí me esperaba calidad, que el director y todo su equipo hubieran hecho el inmejorable trabajo que han hecho. Es una película muy buena, fantástica.
¿Qué cosas son las que tanto me han gustado de esta película? Varias, a saber:
• El tema del payaso. A mí personalmente siempre me han dado un poco de miedo los payasos; nunca me he creído esa alegría impostada. Siempre me han gustado los payasos tristes quizá porque yo fui una niña triste y conectaba más con lo que yo veía más natural. Aparte de la tristeza, muchas veces he asociado una mente perversa, un asesino en serie (como tal vez hemos visto en algunas películas) disfrazado de payaso. Y luego está la estética del payaso: Carlos Areces está fantástico con su traje de payaso justiciero-vengador; claro, que tampoco desmerece Santiago Segura al principio del film, con ese pomposo traje femenino de payasa.
Y para ahondar más en el tema, vemos cómo el payaso alegre no es ni más ni menos que un tirano, como pasa en la vida real, cuando descubrimos el verdadero fondo de algunas personas. Y el payaso alegre es como Franco, sólo que éste no va vestido de payaso, pero todo el mundo intenta llevar a cabo todos sus deseos, por lo que pudiera pasar.
El payaso alegre es un maltratador, no sólo de violencia de sexo, sino también con el resto de personajes que se mueven a su alrededor: hay que reírle los chistes y cumplir a rajatabla sus deseos porque si no, el circo se va al garete ya que el payaso alegre es la estrella del espectáculo, como Franco, y sin él nadie de la compañía sobreviviría. Y ahí tenemos a la camarilla de aduladores que se mueven en torno a la figura del dictador Franco preparándole las piezas de caza para que no exista la mínima posibilidad de que pueda fallar. En el circo es el payaso alegre el que decide quién trabaja allí y quién no; por supuesto, en ese circo no tienen cabida los enanos, quizá porque le harían sombra a la hora de conquistar el corazón de los niños.
Y el payaso triste es un payaso que no sabe hacer reír, ni entiende los chistes, tal vez porque está muy acostumbrado, ya desde pequeño, a toparse con la dura realidad de la vida. El payaso triste es triste, pero valiente y está enamorado. El payaso triste es capaz de jugarse la vida por amor sin importarle las consecuencias que le puedan acarrear sus actos: ya lo hizo con su padre en un primer momento, y lo vuelve a hacer después para conseguir el amor de la chica.
Estos dos payasos representan dos facetas del alma humana: cuando somos tan débiles y cobardes que nos tenemos que escudar en la violencia para conseguir nuestros objetivos; tan débiles que somos incapaces de confraternizar con los demás con argumentaciones lógicas. Con el inmenso poder que nos proporciona observar el miedo que provocamos en los demás, vamos creciendo en nuestro despropósito egoísta y, cuanto más solos nos encontramos, más tiranos nos volvemos. Por otro lado está la personalidad introvertida, sensible, tenaz que coloca el amor y la dignidad por encima de otras cuestiones, aunque ello implique, paradójicamente, hacer el mal para conseguir lo primero. Cuando llegamos a este punto, hemos traspasado los límites de la cordura.
• El circo. Nunca me han gustado los circos porque siempre me he imaginado un submundo miserable tras la carpa circense. En el cine hemos visto ya muchos ejemplos de ello, recuérdese la impresionante La parada de los monstruos (Tod Browning, 1932). En este film de Álex de la Iglesia aparecen varios circos, no sólo en el que se desenvuelven los protagonistas: por un lado tenemos el circo real con sus fieras (animales simpáticos o animales asesinos, como la elefanta, que mató a la mujer de su domador porque estaba celosa de ella. Como vemos, la conducta de este animal no difiere mucho de la de las personas que viven en su entorno), payasos ( igual o más fieras que los animales del circo, que terminan convirtiéndose en monstruos deformes), niños que miran asombrados el espectáculo maravilloso que se ofrece ante ellos. Pero también está el circo de la vida política, del franquismo de la época; hombres como fieras que deben simular que no lo son para que el mundo no condene al régimen al ostracismo, régimen que es capaz de levantar un enorme mausoleo como símbolo de su victoria sobre el bando republicano, cobrándose para ello las vidas de los presos. En este circo político es Franco el payaso alegre que dicta las normas y su cohorte de aduladores los encargados de agradarlo para conseguir todo tipo de prebendas.
Y hay un momento en el que otro circo se deja ver: hablamos de ETA y de su corte de payasos que preparan el atentado de Carrero Blanco. Hay un momento genial en la película, cuando el payaso triste le pregunta a los de la ETA, que están montados en un coche observando si el atentado se ha llevado a cabo como estaba previsto: “Y vosotros, ¿de qué circo sois?”. El payaso lo pregunta porque ha visto cómo el coche de Carrero Blanco ha remontado hasta la cornisa de un edificio debido a la fuerza de la explosión ya que en su circo existía un número en el que un chico joven se lanzaba sobre una moto también impulsado como si de una bomba se tratase.
• La fotografía. Es, sencillamente, espectacular. Hay momentos en la película que no tienen precio, como cuando sale la trapecista oscilando como si fuera una hermosa mariposa meciéndose en el espacio. Las luces y las sombras son espectaculares. Los momentos maravillosos son muy luminosos y el resto, un poco más oscuros. Y no hablemos de las escenas sexuales, una de ellas la que se produce contra las paredes del restaurante y que el payaso triste confunde, ingenuamente, o quiere confundir, con una escena de violencia de sexo, con una agresión a la chica como la que se había producido escasos momentos antes. Y la otra escena es cuando el payaso triste descubre a la pareja haciendo el amor, como si fueran animales, tras una en la que se perciben las siluetas en negro. Me parece bellísima esta escena.
Otros momentos muy estéticos son, por ejemplo, cuando el payaso triste va huyendo, semidesnudo, y nos va enseñando su poco atractivo cuerpo, cuerpo que en nuestra mente comienza a confundirse con el de un animal; se mantiene esta sensación cuando ya lo vemos completamente desnudo y sucio, escondido en un refugio en el bosque y comiendo carne cruda para sobrevivir: el hombre se ha convertido en un animal, ¡qué poco ha bastado para que eso ocurra!,¿ verdad? Y ¿qué me decís de esa imagen del payaso triste, que no va vestido de payaso, sino de hombre común y corriente, trayéndole, entre los dientes, a Franco la pieza cobrada, ni más ni menos como un perro: ¿El régimen trataba a las personas como a perros? Franco quería aparentar que no; fingía no estar de acuerdo con esa forma de tratar a los empleados, pero Sancho Gracia sabía que en el fondo le daba igual y por eso seguía tratando así al payaso.
Hay un momento precioso de la película que es cuando el payaso triste entra en un cine y ve en la enorme pantalla a otro payaso, Raphael, cantando una hermosísima canción: “Balada triste de trompeta”. Es un momento maravilloso, de una delicadeza y sensibilidad inigualables.
• La música. Toda la música de la película es maravillosa. No sólo la aportación del cantante Raphael, sino otras como la composición de Roque Baños, que a mí personalmente me ha parecido sublime.
• El cine dentro del cine. Según iba viendo la película, había escenas que me recordaban a otras películas; así, por ejemplo, las escenas del espectáculo del circo en la calle me recordaba al cine neorrealista italiano. Ni que decir tiene que también aparece el western, continuamente reflejado en el duelo entre los protagonistas, en la estética del payaso triste con sus armas.
En cuanto a la escena última del monumento del Valle de los Caídos, me recuerda mucho a King Kong, a la chica en lo alto del Empire State Building.

Por último, qué decir de la excelente interpretación de los actores que están todos absolutamente geniales. Tanto Carlos Areces como Antonio de la Torre, los dos protagonistas principales, hacen un ejercicio virtuoso de actuación. Carolina Bang, en cambio, hay momentos en que no me gusta, sobre todo en las escenas de pánico donde hace unas muecas que me resultan poco creíbles. En cambio, su belleza resulta espectacular: ojos, sonrisa, pecho, piernas... debido a su genética nórdica.

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