La crueldad necesaria
José Ovejero gana el 40º Anagrama de ensayo
reivindicando un tipo de dureza artística para zarandear éticamente la sociedad
Carles
Geli Barcelona 26 ABR
2012 - 14:00 CET3
La sociedad
es tan insensible que quizá la única manera de zarandearla es a partir de una
cierta crueldad que le haga darse de bruces con sus miserias y su conformismo.
A ese tipo de crueldad, justa y necesaria al parecer, es a la que el escritor
José Ovejero fija su mirada en La ética de la crueldad, con la que acaba
de obtener el 40 premio Anagrama de ensayo (y los 8.000
euros de dotación). El libro, que aparecerá publicado a mediados de mayo, ha
dejado como finalista a Atlas portátil de América Latina, de la argentina
Graciela Speranza, documentadísimo repaso a la globalización del arte en esa
área, que Anagrama publicará en septiembre.
La que es la
segunda incursión en el ensayo (tras Escritores delincuentes) y el
quinto premio de este polifacético escritor arrancó de una conferencia que
impartió él mismo en la Universidad de Pensilvania sobre el exceso de la
crueldad expresiva en la obra de arte, de la que el propio autor había dejado
rastros en novelas como Un mal año para Miki y La comedia salvaje.
“Me interesa esa crueldad que nos hace dudar, que rompe con el zapear de
nuestra vida, el que nos saca de la insensibilidad y nos lleva a mirar de otra
manera la vida”, dice el ganador, que califica ese tipo de crueldad de
“necesaria, de las que contribuyen a nuestro aprendizaje”.
Si bien
Ovejero (Madrid, 1958) aborda ese aspecto en ámbitos como el cine y el teatro
(como la obra de Peter Handke Insultos al público), es el peso de esa
crueldad en la literatura donde disecciona con mayor profundidad. Para ello,
escoge siete novelas que serían a su entender paradigmáticas de esa crueldad
necesaria, como son El astillero (Juan carlos Onetti), Meridiano de
sangre (Cormac McCarthy), Auto de fe (Elías Canetti), Historia
del ojo (Georges Bataille), Tiempo de silencio (Luis Martín Santos)
y dos obras de la Nobel Elfriede Jelinek: Deseo y La pianista.
¿Dónde está
la crueldad de estas obras? “Son diferentes; está la de la sexualidad oscura de
Bataille a la del relato sangriento de McCarthy, de esas horas de hombres de
frontera que dan una nueva mirada sobre la historia de EEUU; o la crueldad más
psicológica de Onetti y que demuestra que la literatura cruel no tiene por qué
ser sangrienta sino que puede despojarnos de la fe y esperanza que nos hemos
construido para creernos felices; Onetti desengaña al lector y lo confronta,
como Jelinek desguaza la sociedad austríaca y sus mentiras”.
Ovejero
prefiere esta crueldad que nos enfrenta con esas decepciones vitales (“la
literatura generalmente es decepción, no está tan claro que siempre de
consuelo”) a la de “las novelas crueles que no dicen nada, que están vacías” y
que en su ensayo coloca bajo el epígrafe de “crueldad no ética”. Ésta la divide
entre las que ofrecen crueldad como puro entretenimiento, “tipo Tarantino, que
no suelen nunca cuestionar la realidad o, en el fondo, el orden establecido”, y
la crueldad moralizante, “tipo infierno renacentista, donde te dicen que si no
te sometes a los valores dominantes, te pasará eso: violaciones, infiernos,
demonios.. eso sí es gore puro”.
De esa
última barbarie, Ovejero cree que en España hay mucha. “Si me interesa la
crueldad es porque soy español: es omnipresente en nuestra cultura y
literatura: está en Goya, la novela picaresca, Valle-Inclán, en Cela…, en los
toros y en todo tipo de fiestas populares; junto con Japón y China, estamos en
el podio; en otros países, como Francia, se dan también casos, pero siempre
quedan en la marginalidad, como Sade”.
Ha de ser
muy insensible la sociedad para que necesite un tipo de crueldad, aunque sea
buena, para removerla moralmente. “Lo que nos hace más insensibles es la
repetición constante de imágenes crueles que no te exigen una acción, una
respuesta”, mantiene Ovejero, que vincula en parte ese discurso a la situación
de crisis económica y social de hoy: “Los parados ya estaban ahí; lo que ocurre
es que hay más y los tenemos más cerca, ahora tenemos miedo porque podemos ser
nosotros y también somos más conscientes de esa crueldad que se oculta
normalmente y que suele tener nuestro beneplácito si los gobiernos no nos hacen
partícipes de esas prácticas”.
Piensa el
autor del poemario Biografía del explorador (premio Ciudad de Irún,
1993), del libro de viajes China para hipocondríacos (premio Grandes
viajeros, 1998) y de la novela La comedia salvaje (premio Ramon Gómez de
la Serna, 2010) que “hoy existe una mayor aceptación de la crueldad; lo que
antes ofendía hoy casi se busca, pero sigue habiendo temas tabú, como el de la
pederastia; no sé cuántos editores españoles publicarían hoy Lolita”, dice el
galardonado, apostillado por su editor Jorge Herralde: “Y más en estos tiempos
de clara contrarreforma”. Crueldades.
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