CANTO A MÍ MISMO

Me celebro a mí mismo,

y cuanto asumo tú lo asumirás,

porque cada átomo que me pertenece,

te pertenece también a ti. [...]

Walt Whitman. Hojas de Hierba.



martes, 3 de abril de 2012

Viaje a la batalla de las Navas de Tolosa junto a Juan Eslava Galán

El escritor novela la historia de una incendiaria pasión amorosa en el marco del crucial día D de la Reconquista en su nuevo libro, «Últimas pasiones del caballero Almafiera»

manuel de la fuentemanolhito / las navas de tolosa

Día 07/02/2012 - 15.54h

Aquí estamos, camino de la gloria o del infierno. En buena y animada compaña, a pesar de lo difícil del empeño. El viento juguetea con nuestros estandartes. Nuestros corceles trotan con brío. Avanzamos, sí, camino de la gloria o del infierno, hacia las estribaciones de Sierra Morena, avanzamos hacia las Navas de Tolosa donde, afilando sus alfanjes, nos esperan el califa almohade Al Nasir (al que solemos llamar Miramamolín, príncipe de los creyentes, para la chusma que dirige) y su morisma, casi veinte mil hijos de la Media Luna.

En nuestra delantera, a la vanguardia, dos caballeros de renombre, curtidos de antaño en los menesteres de la guerra, Juan Eslava Galán y Arturo Pérez Reverter, cristianos viejos que se las saben todas.

Vienen con nosotros dos caballeros de renombre, Juan Eslava Galán y Arturo Pérez Reverter

A Pérez Reverter lo hemos tenido que recoger en plena cabalgada, pues su poderoso rocín negro azabache y cuatralbo dijo que no daba un paso más a la altura de la venta de La Atalaya, apenas a quince leguas de la querida Toledo que ya añoramos. Y entre nosotros, escudo contra escudo, ballesta junto a ballesta, hombro con hombro, lo más granado de Navarra, de Aragón, de la indestructible gente de Castilla, y vizcaínos, con su señor, Diego López de Haro al frente, y leoneses que han desoído al felón de su rey y se han arrejuntado con nosotros, gente y hasta almas generosas y pías llegadas de allende los Pirineos, que no faltan entre nosotros unos miles de ultramontanos, caballeros forjados en penurias por doquier, en combates y carnicerías en Tierra Santa, donde las cosas no van bien y la musulmanería nos está zurrando de lo lindo la badana.

Bendición papal

Por eso, el el Papa Inocencio III nos ha convocado en cruzada, nos ha guiado y nos ha dado su bendición. Y aquí estamos, a apenas una jornada del Infiel, a un día de esas Navas que llaman de Tolosa. Prestos a vengar la escabechina de Alarcos y a darle al Moro su merecido. Nos cuenta el caballero Eslava Galán, autor de la mejor crónica de estas jornadas, recién salida de la imprenta de la Plaza de Zocodover e intitulada como «Últimas pasiones del caballero Almafiera», que los ojos de nuestro Alfonso VIII se han llenado de lágrimas cuando estábamos de anochecida en la villa de la derrota, Alarcos, y que ni su fiel Diego López de Haro también allí derrotado y deshonrado, ha osado dirigirle la palabra ni hacer atisbo de chanza.

La bella malmaridada

Avanzamos, prieto el paso, serena la mirada, convencidos de que haremos historia. Aquí vamos, dispuestos a escabechar o que nos escabechen. Porque como nos cuenta el alférez y portaestandarte de los nuestros, el ya citado Eslava Galán, aquí nos jugamos que el repicar de nuestras campanas no lo usurpen los cantos del muecín «que nos pongan a rezar y mirar a La Meca para siempre». Entre los nuestros, quien más destaca es Almafiera, un ultramontano de La Provenza que ha encontrado aquí amoríos con una malmaridada, Eliabel, con la que coyunda a menudo, poblándole de astas a su marido la cabeza.

«Me encanta el olor del acero toledano por la mañana»

Y aquí estamos, 16 de julio de 1212, a finiquitar o que nos finiquiten. Para ellos, para la morería, 8 del Safar del 609. Nos hemos encomendado al Señor, y con nuestros tres capitanes al frente, Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho de VII de Navarra, bruñimos nuestras espadas. «Me encanta el olor del acero toledano por la mañana», nos espeta Don Diego. Hay que apresurarse y encorazonarse. Ballestas preparadas. ¡Ferid, castellanos. Yago cierra. Ferid, ferid!. Que esta vez nos nos hagan la del tornafuye como en Alarcos, venganza, venganza. Almafiera y Eliabel se han besado apasionadamente entre los olivares.

La hora del trovador postrero

El trovador Guillem de Cabestany nos ha regalado los oídos quién sabe si por última vez, suenan nuestros olifantes, y el Papa Inocencio reza allá en Roma por nosotros. Atrás quedan obispos y monjas, manjares y festines, el arzobispo Jiménez de Rada, muchos franchutes que se han dado la vuelta para pelear contra los albigenses. El pastorcillo Halaja nos ha descubierto una brecha en la hueste marroca. «Aquí está España y esto no es Hollywood, aquí no hay Ivanhoe, ni romanticismo ni idealizaciones que valgan, esto es Edad Media en estado puro», nos comenta el caballero y cronista Juan Eslava Galán, antes de calarse el yelmo hasta las cejas. Son las 11 de la mañana.

«Aquí está España y esto no es Hollywood», comenta Eslava Galán

Picamos espuelas, solo el Señor y la Virgen María saben si hacia el cielo o hacia el infierno. Vengaremos Alarcos. ¡Ferid, castellanos, ferid! El sol todavía está en lo alto, la canícula de los campos de Jaén nos abrasa, sangre, sudor y lágrimas nos hemos dejado en el empeño. Y cientos de amigos y camaradas. Vertemos litros de vinagre en nuestras heridas y ardemos por dentro. «Pero mi Rey -le dice el alférez Eslava Galán a Alfonso-, este fuego no es el del infierno, son las llamas de la victoria».

Una novela de las de antes, de las buenas

Juan Eslava Galán se mueve en los berenjenales de la Edad Media como pez en el agua. Y su nueva novela, «Últimas pasiones del caballero Almafiera» (Editorial Planeta), es un fantástico ejemplo de ello. Escrita en un delicioso castellano añejo, de sabor recio y divertido, este texto es un exhaustivo fresco sobre aquella Edad Media que tanto nos atrae, pero que a menudo se nos ha mostrado bajo los espejos cóncavos de Hollywood o las novelas románticas a lo Walter Scott. En estas páginas no falta de nada: caballeros de mejor o peor fortuna, nobles, reyes, frailes, trovadores, viandas de la época, espadazos, trompadas, cabalgadas, monjas en éxtasis no necesariamente religioso, abadesas ofrecidas, meretrices, leprosos y penurias y honores sin cuento. Y, sobre todo, una bellísima historia de amor, la del caballero Almafiera, Gualberto de Marignane, y su Eliabel, intensísima pasión con unos cuantos cuernos de por medio, pero una historia de esas que no se olvidan. Y como telón de fondo la decisiva batalla de las Navas de Tolosa, aquel Día D de la Reconquista. Algunos dicen que si los nuestros la hubiesen perdido, nuestros hombres hoy no podrían faltar al deber de dejarse crecer la barba, nuestras esposas (serían varias, calro) se cubrirían con chador y el Ribera del Duero y los cerdos habrían pasado a ser dos especies protegidas.

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