CANTO A MÍ MISMO

Me celebro a mí mismo,

y cuanto asumo tú lo asumirás,

porque cada átomo que me pertenece,

te pertenece también a ti. [...]

Walt Whitman. Hojas de Hierba.



domingo, 1 de abril de 2012

El escritor transgénico

Por: Iván Thays| 28 de marzo de 2012

Transgénico: 1. adj. Biol. Dicho de un organismo vivo: Que ha sido modificado mediante la adición de genes exógenos para lograr nuevas propiedades.

Hace unos días leí las memorias, aún inéditas, de un célebre escritor peruano (una fama que casi no ha traspasado fronteras, aunque en Argentina es considerado un autor de culto) donde comenta que la división entre escritores criollos y andinos, que tanta bulla hizo hace unos años en el corral literario peruano, es una tontería. La diferencia que sí existe, sostiene, es la de los escritores transgénicos y los escritores nacionales. Los escritores nacionales -entre los que se considera a él mismo- nacen de la profundidad del suelo patrio y se duelen por los temas que realmente importaban al país; los otros son autores sin raíces, creados en laboratorios de escritura para la lobotomización de una sociedad inculta y esnob, y luego ofrecidos por las editoriales transnacionales en las góndolas de los supermercados.

Recordé entonces una clase en mis años de estudiante universitario, donde un entusiasta profesor de literatura afirmó que Guillermo Cabrera Infante era un escritor más cubano que Alejo Carpentier. La razón: el segundo era un escritor afrancesado, barroco y pedante, mientras que el primero era "coloquial" y sus personajes hablaban como cubanos. De nada sirvió quejarme y exigir explicaciones más contundentes. Cuando el entusiasmo hablaba los demás debíamos quedarnos callados.

La frase también me hizo recordar un artículo que publiqué en enero del 2008, en la revista "Babelia", titulado "¿Quién quiere pertenecer?", donde comentaba la bronca entre los escritores A y B. Decía entonces (y si lo cito aquí es porque lo sigo pensando):

Ya es bastante complejo tratar de entender qué une a un país con una geografía tan variada, una sociedad tan dividida e incluso multilingüe como Perú. ¿Cómo podría entonces alguien decir que tal autor representa inequívocamente a la literatura peruana? La ambición por apoderarse de la totalidad de la representación literaria del país (de cualquier país, pero sobre todo de uno como Perú) es anacrónica no sólo por darle la espalda al mundo que nos tocó vivir sino, sobre todo, por ir contracorriente de la noción de antitotalitarismo con la que hemos crecido. Porque querer representar al país y convertirse en la única voz autorizada es de un absolutismo insufrible y manifiesta un deseo dictatorial sólo justificable por las nociones políticas maoístas con que se educaron algunos de esos escritores. En un mundo donde cada vez existen más libertades individuales y más minorías reconocidas, donde estamos aprendiendo a reconocer al otro por sus diferencias, y donde la literatura mundial muestra una pluralidad como nunca antes, ¿por qué alguien querría escribir la Gran Novela Peruana o Latinoamericana y silenciar a los demás?

Desterremos la palabra "tolerancia", muy del agrado de estos escritores dispuestos a tolerar con buen humor a los que consideran minorías hegemónicas o excluidas, y propongamos a cambio "pluralidad". Y en vez de pelearnos por estar falsamente unidos en torno a una obligación, hagámoslo por defender la diferencia de los demás.

Luego de dejar el manuscrito donde encontré esa división tan curiosa, busqué el significado exacto de la palabra "transgénico" y descubrí que, en realidad, la analogía del escritor es equívoca; hubiera sido más preciso declarar la existencia de escritores nacionales e importados, como si fueran insumos para un escabeche. Pero gracias a ese error, ha dado justo en el clavo. Es cierto que existen los escritores transgénicos y, creo yo, esos son los únicos que vale la pena leer. ¿Quién no quiere ser modificado a través de elementos exógenos (lecturas, películas, viajes, amigos, vidas ajenas) para lograr nuevas propiedades? Es más, no imagino ningún escritor al que no pueda considerar "transgénico". El aporte de Kafka para crear la modificación Borges, el aporte de Beckett para crear la modificación Coetzee. Frente a estos escritores transgénicos, los supuestos "nacionales" o "puros" (imposible no pensar en el fascismo existente detrás de esta idea), aquellos que no aceptan ninguna influencia externa, me resultan no solo mediocres sino incluso imposibles. ¿Quiénes son? El único nombre que se me ocurre es el de Pedro Camacho, aquel personaje inventado por Mario Vargas Llosa que no leía para que no le malogren el estilo.

Es curioso cómo algunos escritores se dan de pañuelazos para ocupar un lugar en el Centro, la Hegemonía o la Representación, y cómo otros más bien consiguen no pertenecer a ninguna parte, huir hacia las márgenes, desmarcarse de cualquier atributo que simplifique su obra o lo convierta en fórmula.

"¿No se siente fuera de juego?" le preguntó Manuel Rivas al recordado Antonio Tabucchi. "Bueno, ¿sabe usted?, el fuera de juego es una posición que me conviene. En el fondo, todos los escritores están un poco fuera de juego, y sobre todo están fuera de juego los que creen que ocupan el centro del campo".

Estupenda respuesta de ese escritor italiano que vivía en Lisboa y se dejó modificar por Pessoa. Uno que en su prólogo al Tríptico de carnaval de Sergio Pitol llamaba a desconfiar de los escritores que no desconfiaban de sí mismos. Desconfiar de los nacionalismos, de las ideas hegemónicas, de los escritores "puros". Antonio Tabucchi, escritor transgénico. Un justo epitafio.

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