Las palabras feas más bonitas
Por: Winston
Manrique Sabogal23/06/2012
El post de
hoy es una invitación a hacer una triquiñuela. Buscar la belleza en un jardín
prohibido, que queremos alejado de nosotros.
Desde ayer
nuestra lengua está alborotada, una vez más. La Real Academia actualizó el Diccionario
en 1.697 palabras y nuevas acepciones y algunas supresiones. Un
idioma con 80.000 voces oficiales,
aunque muchísimas más en el uso corriente, que suele ir por delante de la
bendición oficial. Y hoy el Instituto Cervantes celebra por tercer año el Día del Español en todo el mundo en
el que nos invita a elegir nuestra palabra favorita. Hace seis años empezó
la moda de estas elecciones: las más bonitas, más sonoras o favoritas. Aquel año ganó la palabra Amor,
tras una convocatoria de la Escuela de Escritores de Madrid. En el origen
se trataba de exaltar las voces eufónicas, descubrir la musicalidad, la
sensualidad, la resonancia sonora, en resumen la estética de los vocablos. Lo
cual me gusta más y me resulta más original y estimulante ya que cada lengua o
idioma tiene sus propias características, y una elección semántica por
significado, interpretación o concepto dará un resultado más previsible en cualquier
idioma, y sin duda ahí estarían palabras que exaltan la vida o el bienestar:
amor, felicidad, madre, amistad, hijo y estos días honestidad. Voces que
fonéticamente me parecen insípidas, salvo algunas como Alegría.
Para mí el
juego está más en la eufonía, en la belleza de la fonética. Es más divertido y
resulta un mejor homenaje a nuestro idioma. Por eso hoy Día del Español he
pensado en una vuelta de tuerca al juego de la fonética y sonoridad de las
palabras. En reivindicar vocablos cuyo significado, concepto o connotación no
nos gusta por ser negativo, molesto, desagradable, antipático, triste o feo
pero cuya palabra en sí misma es bonita y tiene gracia, e incluso encanto. Por
eso les propongo un juego: recordar-elegir las palabras feas y que no nos
gustan por su concepto pero que son bellas. Señalar las feas más bonitas. Por
ejemplo:
Sibilino...
Zurullo...
Malandrín...
Zurriburri...
Ardid...
Filibustero...
Sombrío...
Pocilga...
Añagaza...
Truculento...
Suripanta...
Zozobra...
Almizcle...
Gañán...
Perfidia...
Engatusar...
Truhan...
Lúgubre
Mohíno
Ruin...
¿y qué me
dicen de Triquiñuela?
Todo este
interés por las palabras y su sonoridad y su significado me viene desde cuando
estaba en la universidad. Leí un libro en el que se decía que en una encuesta
sobre las palabras más bonitas del español había resultado ganadora Cristal. Me
quedé pensando si compartía o no esa elección. Hasta ese momento nunca había
hecho una reflexión-elección de ese tipo con mi idioma. Al ser mi lengua
materna y de uso cotidiano y normal nunca había reparado, en realidad, en su
belleza estética. En el juego de la combinación de sus letras al ser
pronunciadas más en unas que en otras. En separar concepto de estética.
Entonces empecé a repetir: cristal... cristal... cristal... cris...tal... Y vi
una nueva palabra. Y redescubrí mi lengua, mi idioma y su belleza. Adquirí
verdadera conciencia de la vida propia de cada vocablo y de la vida que cobra
en nuesta boca y nuestros labios cada vez que los pronunciamos. Unas con más
gracia que otras, claro.
Por eso hoy,
insisto, me pregunto por la belleza y la luz que puede haber en palabras cuyos
conceptos y connotaciones nos gustaría que estuvieran alejados de nuestras
vidas, pero que ellas en sí mismas no tienen la culpa. Los invito a rescatar
las palabras feas más bonitas, en un homenaje al castellano o español nuestro
idioma. Hagamos esta triquiñuela y entremos en un jardín prohibido para
reconocer algunas de sus bellezas.
Gracias por
la respuesta a este homenaje a nuestro idioma. Hay propuestas una cantidad de
palabras maravillosas en su eufonía. Algunas de ellas las destacaré en un nuevo
post el Miércoles de Libros, la sección semanal de Cultura online de EL PAÍS.
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